Es indiscutible y evidente que la división de las funciones estatales en tres
ramas del poder público, cuyas
funciones promueven y mantienen un equilibrio entre quienes legislan, quienes
juzgan y quienes dirigen, poder legislativo, ejecutivo y judicial del estado,
que de igual forma, regulan todos los ámbitos de la vida política y económica de
los ciudadanos, también influyen, y más que
eso, determinan significativamente el campo de la
cultura ya que promueven, procuran o por el contrario, desechan o invisibilidad
las posibilidades y los aspectos relacionados con el arte, la comunicación, las
tradiciones y las costumbres.
Razón se halla en las consideraciones de García Canclin al
aseverar que: …”los estados son responsables de
administrar el patrimonio histórico, tanto material como inmaterial, desde los
grandes monumentos hasta las manifestaciones de la cultura popular (la lengua,
la música, las fiestas y danzas tradicionales”.
La parcialización de que habla García
Canclin - también cierta- por
parte del estado al promover la cultura de las élites como aquella
deseable para la totalidad de la población, negando u ocultando culturas
tradicionales o ancestrales que mostraban una cara “atrasada” de los países
latinoamericanos, tristemente, va más allá de ser ejercida solamente por el estado para constituirse en un patrón en nuestra
sociedad.
Lo verdaderamente autóctono en nuestro país no es reconocido como merecedor
de nombrarse al mundo exterior con
orgullo o como fuente de identidad, como en países como México, Bolivia y Cuba; en contrario, muchas de las manifestaciones de
las culturas precolombinas antecesoras del
mestizaje, ancestro cultural y genealógico son de timorato
reconocimiento y para muchos, especialmente para los más jóvenes fuente de
apocamiento y casi vergüenza. Esta
vergüenza y rechazo se evidencia en la mutación y resignificado de vocablos
provenientes de las lenguas precolombinas como la chibcha, donde términos como
guache era utilizado para designar un varón joven fuerte, bien formado, sin
embargo hoy denota una falta de modales, respeto y cultura. Otro ejemplo es el
término, guaricha, que significaba, una cualidad para una joven atractiva,
hermosa y agraciada, hoy en cambio el
mismo termino denota un insulto para una mujer de inaceptable y reprochable
conducta.
Son
innumerables estos ejemplos que evidencian el desprecio por nuestros
precursores ancestrales y culturales;
uno de ellos es el descrédito por las
formas de conocimiento de los médicos, brujos,
mamas, indígenas, su medicina tradicional, sistemas filosóficos y de creencias.
El
orgullo nacional se va dando en culturas ya regionales y muy
posteriores, muchas con injerencias ya foráneas de los conquistadores y colonizadores. Definitivamente es allí donde se evidencia
los resultados de una campaña de desprestigio dada desde la conquista y colonia y luego la república en adelante
donde se desdibuja y denigra totalmente
una cultura a favor de una foránea.