Es
indiscutible que los aspectos culturales que enmarcan las dinámicas, el hacer y
el ser en cualquier parte del mundo actual se ve influenciado e influencia a su
vez a sus interlocutores a través de la
interconexión de las comunicaciones, es
un continuo e incesante intercambio, no sólo entre quienes dialogan entre sí, sino de quienes pueden
acceder a los mismos comunicados sin intervenir.
La
globalización es un fenómeno que permea las culturas y el desarrollo a nivel
mundial, la cultura es una construcción
resultado de la vivencia y que esas tantas formas que rigen y determinan las
convivencias, la globalización logra de forma significativa modificar los
acuerdos y normatividades tácitas y explicitas que conforman esas convivencias
y por lo tanto modifica la cultura y a su vez las culturas a través de la
interculturación generada en ese proceso.
“El fenómeno de la aculturación, denomina
el proceso de adaptación a una cultura, o de recepción de ella, de un pueblo
por contacto con la civilización de otro más desarrollado. Frente al vocablo
aculturación, el cubano Fernando Ortiz propone el uso del término
transculturación y lo presenta de la siguiente manera: “entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes
fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste
solamente en adquirir una cultura, que es lo que en rigor indica la voz
anglo-americana aculturación, sino que el proceso implica también
necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que
pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la
consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse
neoculturación[ii (Yoon Bong Seo, 2006)
Este
proceso ya identificado no necesita mayor sustentación ya que se evidencia en
nuestra realidad, el debate se daría en la forma que podemos asumir, responder
o reaccionar ante esa realidad, si apostamos por el carácter universalista de los derechos y
rechazar todo intento de disidencia cultural y en definitiva excluir a las
minorías, si en contrario optamos afirmar el valor universal de una cultura individual para reclamar el derecho a
la diferencia o tratemos de hallar una posición conciliadora y participativa
donde conservemos una identidad cultural atesorándola y compartiendo en un rico
intercambio en honor a la diferencia; lo que indefectiblemente requiere una labor de preservación y reconocimiento
a nivel individual, familiar y social así como por parte de nuestro administrador y
aglutinador, como es el estado. El
futuro no admite formulas mágicas, ni garantizadas, se determina así mismo en su multitud de
variables…
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